Luis Alemany | Madrid
Actualizado jueves 25/04/2013 09:31 horas
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Un viejo chiste cubano mil veces contado decía que José Lezama Lima puntuaba sus textos en prosa como el que alimenta a las gallinas en
un corral: tomaba un montón de comas con las manos, las lanzaba al aire
y, allá donde cayeran en el texto, así que quedó 'Paradiso'.
La broma viene al hilo de la publicación de un número de la revista francesa 'Hiatus', dedicada en parte a la "puntuación mínima" (se puede leer en la red algún artículo en inglés incluido en el número), que es otra manera de referirse al eterno dilema que tenemos todos cuando escribimos un texto: en caso de duda, ¿poner una coma más o una coma menos? ¿Pecar por exceso o por defecto?
Cinco respuestas rápidas. Una: "Soy partidario de puntuar menos. De forma natural. Por lo tanto, si dudo, me temo que quizá acabe poniendo la coma o el punto" (Román Piña Valls; filólogo, profesor de griego, escritor, editor del sello Sloper y autor de 'Archipiélago Gulasch). Dos: "No sabría decir si es mejor pecar por exceso o por defecto, pero puedo asegurar casi seguro de no equivocarme que la tendencia general es incurrir en lo primero. En muchas ocasiones se tiende a puntuar (hablo ahora de comas) según se entona en el lenguaje oral, algo que es un error. Recuerdo una frase que me encanta de Alberto Gómez Font, antes coordinador general de la Fundéu BBVA: 'Respire pero no coma'" (Álvaro Peláez, filólogo y periodista y miembro de la Fundación del Español Urgente Fundéu BBVA). Tres: "Prefiero puntuar de más. Salvo que con la puntuación se cometa un error (por ejemplo, la coma entre sujeto y predicado)" (Mónica Liberman, responsable de correcciones y estilo en la editorial La Esfera de los Libros del grupo Unidad Editorial). Cuatro: "En caso de duda, navaja de Ockham: la opción más sencilla es siempre la mejor" (Pedro Urteaga; jefe de sección de Cierre en el diario EL MUNDO). Y cinco: "Yo, al contrario de la mayoría: [soy partidario de puntuar] de más" (Víctor de la Serna, subdirector de este periódico y autor de su libro de estilo).
Continúa Pedro Urteaga: "Resulta difícil saber si el autor de un texto quiere remarcar un inciso mediante comas o si las utiliza con excesiva profusión. Otro caso de duda se plantea en las construcciones que terminan con una salvedad u otro complemento circunstancial. Por ejemplo: 'Iré mañana al cine a ver 'Amor' [,] a no ser que tenga que recoger a mi nieto'. También resulta dudoso el caso contrario, cuando la condición se encuentra al comienzo de la frase: 'En caso de necesidad [,] prefiero ser yo el que acuda al rescate'. En las frases adversativas ('Me gusta mucho pero prefiero no comerlo') y en la construcción 'no sólo... sino también' es cada vez más habitual suprimir la coma. Y el punto y coma, ese gran desconocido, se utiliza mayoritariamente para separar los términos de una enumeración en la que se intercalan cargos u otras precisiones. Yo soy partidario de emplearlo, en lugar de la coma, en oraciones que se complementan o yuxtaponen pero carecen de nexo copulativo o adversativo: 'He prendido fuego a un billete de 10 libras; debería haberlo usado para volver a casa'. En cuanto a los dos puntos, a mí me gusta limitarlo a un uso explicativo de lo expuesto con anterioridad. 'Se ha cumplido el sueño de Borges: en cualquier lugar del mundo hay una biblioteca'".
Más allá quedan las ligerezas de los chicos jóvenes, las prisas de los usuarios de las redes sociales y los entusiasmos de los amantes enfáticos: "Los puntos suspensivos son tres y solamente tres, aunque se suelan ver dos, cuatro, cinco... En español hay signos dobles (paréntesis, comillas, signos de interrogación y exclamación...). Ya que son dobles, no nos olvidemos de abrirlos y cerrarlos", recuerda Peláez. De la afición a las triples y cuádruples exclamaciones hablaremos otro día.
Última pregunta: ¿es el español un idioma de puntuación puñetera en comparación con otros? "Visto cómo puntúa la mayoría de la gente, sí. Dificilísimo", contesta Víctor de la Serna. "Es un idioma muy rico pues permite una variedad de matices que no existen en otros. La presencia de una coma puede estar llena de sentido (si el autor hila fino) al aportar precisión, intensidad, ritmo... Lo que me parece difícil es llegar a dominar el idioma hasta el extremo de utilizar con propiedad todos sus recursos", añade Urteaga. "No soy especialista en otros idiomas, pero no me aventuraría a decir que esta dificultad es propia del español ni mucho menos. Creo que cada lengua tiene sus peculiaridades en cuanto a la puntuación. El español es difícil de puntuar, pero como supongo que lo serán otros muchos. La cuestión es que hay reglas generales, pero terminas descubriendo casi más excepciones".
La broma viene al hilo de la publicación de un número de la revista francesa 'Hiatus', dedicada en parte a la "puntuación mínima" (se puede leer en la red algún artículo en inglés incluido en el número), que es otra manera de referirse al eterno dilema que tenemos todos cuando escribimos un texto: en caso de duda, ¿poner una coma más o una coma menos? ¿Pecar por exceso o por defecto?
Cinco respuestas rápidas. Una: "Soy partidario de puntuar menos. De forma natural. Por lo tanto, si dudo, me temo que quizá acabe poniendo la coma o el punto" (Román Piña Valls; filólogo, profesor de griego, escritor, editor del sello Sloper y autor de 'Archipiélago Gulasch). Dos: "No sabría decir si es mejor pecar por exceso o por defecto, pero puedo asegurar casi seguro de no equivocarme que la tendencia general es incurrir en lo primero. En muchas ocasiones se tiende a puntuar (hablo ahora de comas) según se entona en el lenguaje oral, algo que es un error. Recuerdo una frase que me encanta de Alberto Gómez Font, antes coordinador general de la Fundéu BBVA: 'Respire pero no coma'" (Álvaro Peláez, filólogo y periodista y miembro de la Fundación del Español Urgente Fundéu BBVA). Tres: "Prefiero puntuar de más. Salvo que con la puntuación se cometa un error (por ejemplo, la coma entre sujeto y predicado)" (Mónica Liberman, responsable de correcciones y estilo en la editorial La Esfera de los Libros del grupo Unidad Editorial). Cuatro: "En caso de duda, navaja de Ockham: la opción más sencilla es siempre la mejor" (Pedro Urteaga; jefe de sección de Cierre en el diario EL MUNDO). Y cinco: "Yo, al contrario de la mayoría: [soy partidario de puntuar] de más" (Víctor de la Serna, subdirector de este periódico y autor de su libro de estilo).
La coma inglesa
O sea: juicio aplazado y vamos mejor a los casos concretos. La primera enumeración de problemas frecuentes la hace Álvaro Peláez: "La coma es uno de los signos que plantean más problemas a la hora de puntuar, pues hay muchos usos y unas cuantas excepciones. Uno de los más estigmatizados puede ser la coma entre el sujeto y el predicado o entre el verbo y el objeto (hay quien la llama la coma criminal). También es muy habitual ver mal puntuadas las enumeraciones: cuando los elementos de la enumeración son largos (el ministro de Educación, Fulanito de Tal; la consejera de Cultura, Menganita Talcual; etcétera) se separan con punto y coma y no con coma. Se tiende también a colocar una coma antes de la conjunción 'y' en una enumeración simple, algo que no es correcto en español pero sí en inglés. También es muy común la pérdida por desconocimiento de la coma del vocativo, sobre todo en encabezamientos. lo adecuado es 'Hola, Luis:' y no 'Hola Luis'. Ya que saco los encabezamientos de cartas y correos, un uso curioso es la coma tras el saludo: Querido Luis, blablá... Esto se llama anglicismo ortográfico, pues viene del inglés. En español se escriben dos puntos: 'Hola, Luis:'".Continúa Pedro Urteaga: "Resulta difícil saber si el autor de un texto quiere remarcar un inciso mediante comas o si las utiliza con excesiva profusión. Otro caso de duda se plantea en las construcciones que terminan con una salvedad u otro complemento circunstancial. Por ejemplo: 'Iré mañana al cine a ver 'Amor' [,] a no ser que tenga que recoger a mi nieto'. También resulta dudoso el caso contrario, cuando la condición se encuentra al comienzo de la frase: 'En caso de necesidad [,] prefiero ser yo el que acuda al rescate'. En las frases adversativas ('Me gusta mucho pero prefiero no comerlo') y en la construcción 'no sólo... sino también' es cada vez más habitual suprimir la coma. Y el punto y coma, ese gran desconocido, se utiliza mayoritariamente para separar los términos de una enumeración en la que se intercalan cargos u otras precisiones. Yo soy partidario de emplearlo, en lugar de la coma, en oraciones que se complementan o yuxtaponen pero carecen de nexo copulativo o adversativo: 'He prendido fuego a un billete de 10 libras; debería haberlo usado para volver a casa'. En cuanto a los dos puntos, a mí me gusta limitarlo a un uso explicativo de lo expuesto con anterioridad. 'Se ha cumplido el sueño de Borges: en cualquier lugar del mundo hay una biblioteca'".
Misterios del punto y seguido
Y una más, por favor: "Por lo que leo, la gente no sabe usar con naturalidad los dos puntos, y aún menos el punto y coma. Deduzco que no sabe porque veo que no los usa. Se limita a las comas, y claro, se equivocan en el uso de los pocos signos que usan. Hablo de los que dominan mínimamente la escritura. En los jóvenes el verdadero problema es el punto y seguido. ¡La gran conquista!", añade Román Piña Valls.Más allá quedan las ligerezas de los chicos jóvenes, las prisas de los usuarios de las redes sociales y los entusiasmos de los amantes enfáticos: "Los puntos suspensivos son tres y solamente tres, aunque se suelan ver dos, cuatro, cinco... En español hay signos dobles (paréntesis, comillas, signos de interrogación y exclamación...). Ya que son dobles, no nos olvidemos de abrirlos y cerrarlos", recuerda Peláez. De la afición a las triples y cuádruples exclamaciones hablaremos otro día.
Última pregunta: ¿es el español un idioma de puntuación puñetera en comparación con otros? "Visto cómo puntúa la mayoría de la gente, sí. Dificilísimo", contesta Víctor de la Serna. "Es un idioma muy rico pues permite una variedad de matices que no existen en otros. La presencia de una coma puede estar llena de sentido (si el autor hila fino) al aportar precisión, intensidad, ritmo... Lo que me parece difícil es llegar a dominar el idioma hasta el extremo de utilizar con propiedad todos sus recursos", añade Urteaga. "No soy especialista en otros idiomas, pero no me aventuraría a decir que esta dificultad es propia del español ni mucho menos. Creo que cada lengua tiene sus peculiaridades en cuanto a la puntuación. El español es difícil de puntuar, pero como supongo que lo serán otros muchos. La cuestión es que hay reglas generales, pero terminas descubriendo casi más excepciones".
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