Alguien
dijo: “No se puede vivir de los recuerdos”.
Puede que tuviera razón ¿Quién sabe?
Confieso
que me gusta recordar para mi es quizás una de las mejores parte del día o de
la semana.
De
pronto, cualquier cosa despierta mis recuerdos. Como sucedió ayer. Fui de
tiendas en la tarde y llegamos a una de esas tiendas especializadas en cosas
para el hogar… Uff! Cuantos recuerdos hermosos del pasado llegaron a mí. Mi
madre y yo recorriendo tiendas y tocándolo todo. SÍ, TODO. Pensando en donde se
vería bien esto o aquello. De pronto era como si ella, mi hermosa madre hubiese
llegado y estuviera junto a mí seleccionando cada pieza y sugiriendo
colores. Luego esa sensación de soledad
y vacio desapareció porque mi alma se lleno de un reconfortante sentimiento de
hogar de calor maternal y de amor.
“No se
debe vivir de recuerdo”, pero particularmente a mí los recuerdo me reconfortan,
me acompañan y la vida no se me hace tan tediosa, aunque al mismo tiempo
construyo nuevos recuerdos que me acompañaran en la vida.
Cuando
uno escribe y cuenta historias, inevitablemente parte de esos recuerdos forman
parte de esas historias; se las prestamos a nuestros personajes. Quizás el
lector nunca sepa que es ficción y que es recuerdo personal del escritor; pero
allí es donde está la magia, puedo compartir parte de mi vida con mis personajes
y quizás sólo un lector muy sensible pueda identificar, percibir y decir: “Esto
es real”.
Yo
disfruto mis recuerdos. Benditos sean.
No hay comentarios:
Publicar un comentario