# 003 Una travesura de aquellas
“Me giré al escuchar sus pasos”. No es
la primera vez que me meto en líos. La abuela me va a matar en esta oportunidad
será mejor si me escondo. Corro como loca escaleras arriba, tengo que encontrar
en donde ocultarme. De seguro que me pondrá de castigo ¡Rayos! Y mañana es la
fiesta de cumpleaños de mi amiga, seguro no me permitirá ir.
Aquí en el ático no me
conseguirá, esperaré un buen rato a que se tranquilice; luego bajo, pido perdón
y de seguro que no pasa de una buena regañada.
Respiro profundo, cierro
los ojos y comienzo a rezar entre quejidos y lagrimas: “Dios, por favor que la
abuela no se enoje mucho. Quiero ir al cumpleaños de mi amiga Laura, todos estarán
allí; será la mejor fiesta del año, sus papás siempre le hacen fiestas
originales y divertidas. No permitas que la abuela me castigue”.
Y así, llevo mucho rato,
rezando y llorando; pidiendo un milagro. ¿Qué puedo hacer? Tengo nueve años y
me la paso metiéndome en problemas. Mi nana Fe, dice que si pides de corazón,
Dios te hace un milagro; pero creo que yo acabe con los que me tocan este año.
A ver, sacaré cuentas. En enero me trepe en el árbol de mangos, aun cuando me
lo prohibieron, caí como mango y me lastime; en febrero ¡Carambolas! Se
escaparon los canarios, aunque culpe al gato en marzo salpique de pintura roja el
vestido nuevo de mi madre; pero es que no comprenden que pintar con globos
cargados de pintura es divertido; pero lo de abril fue pura coincidencia, solo
quería regar las plantas de la jardinera del segundo piso, no vi a nuestros
vecinos cuando pasaban para ir a la iglesia ¡Chispas! Ahora tengo prohibido ir
a su casa y no podre comer las ricas galletas de coco que hace doña Rosa los
viernes, aunque ella siempre se divierte con mis travesuras y ocurrencias, dice
que soy muy lista; pero se las arregla para dármelas, solo que en mayo según
dijo mi abuela, con un gesto y voz firme que rompí los limites cuando jugando a
los indios y vaqueros con mis primos, lance una flecha quedando estampada en su
frente, despertándola cuando dormía en la mecedora bajo el árbol, se levantó
muy enojada pues se asustó; pero lo de ahora, lo de ahora… ¡Ay! ¿Qué voy a hacer?
Juro que no fue intencional, tuve el mejor de los deseos, solo quería ayudar…
Vi la cegadora de césped, pensé que podía colaborar, el día está muy caluroso de
seguro que el jardinero apreciaría mi ayuda. Me subí, encendí esa diabólica
maquina, y salí disparada sin poder controlar la fuerza con que agredió los
rosales del jardín, grite con todas mis fuerzas; pero no se detenía, los
rosales quedaron hechos añicos.
Abuela lleva años
compitiendo con esos rosales, ganando el primer lugar por cuatro años de
continuo, seguro que el castigo será gigantesco, ese no me lo despinta nadie.
No escucho ruido, nadie vocifera mi nombre ¿Se habrán cansado de buscarme? O
¿Será que se le olvido a la abuela? Llevo mucho rato escondida, veo por la
pequeña ventana que no brilla tanto el Sol. Mi estomago comienza a gruñir y a
doler, tengo hambre voy a arriesgarme, saldré de mi escondite y con suerte
podre regresar sin ser vista. Fisgoneo por la puerta entre abierta de la
cocina, sobre la mesa hay un plato con galletas de chispas de chocolates, tomo
una, muerdo y pienso en un vaso con leche blanca, abro la nevera cuando de pronto
siento como una mano me toma del cuello de mi blusa, el corazón me da un salto
y escucho la voz de mi nana Fe:
— Te volviste a meter en
problemas, esta vez fuiste demasiado lejos.
Mi abuela me esperaba al salir de la cocina con los brazos cruzados y una
cara de pocos amigos.
— Ya era hora de que salieras de tu escondite. Tú y yo, jovencita, vamos
a conversar sobre lo que hiciste. Me debes una explicación.
Pienso
angustiada: estoy condenada, no tengo
salida; esperaré, a que mi verdugo ejecute su sentencia sobre mí. Dicen que
soy dramática; pero no hay otra manera de cómo enfrentar lo que me espera ¡Diantres!
La correa del abuelo enroscada espera propinarme una buena paliza, hago un
gesto de dolor; anticipándome a lo que sentiré y es por ello que prefiero no
ver “Cierro
los ojos, incapaz de seguir mirando”.
#002 Una Noche Intensa
Dormir
en las noches es un lujo que hace años no me doy, aunque las melancólicas notas
musicales del saxofón de mi vecino han conseguido en algunas oportunidades,
relajarme al punto de que he cabeceado unos segundos, o quizás minutos; pero no
más de ahí. Por lo que termino saliendo a deambular por horas, y termino aquí,
en el viejo Bar de Phillies con Tom, el cantinero y propietario del lugar por
ya casi treinta años.
Cada
vez que entraba lo encontraba limpiando el reluciente mostrador que a pesar de
los años se ve como nuevo; pero es que Tom, puso mucho cuidado en conservar el
lugar lo más originalmente posible. Me senté como de costumbre en la butaca del
rincón junto a la barra, en cuanto me vio se me acerco.
—
Buenas noches, hermosa —. A todas nos
llama hermosas, es un viejo zorro —. ¿Lo de siempre? — Asentí, entonces lo
vi alejarse aunque antes se detuvo por el pago de un par de clientes que se
marchaban y en su lugar entraban un hombre y una mujer que ocuparon los mismos
asientos; algo me llamó la atención, algo no me parecía bien. Ella se veía
nerviosa y él aunque calmado miraba constantemente sobre su hombro.
—
Aquí tienes hermosa—. Tom había regresado con mi bebida.
—
¿Quiénes son?— Le pregunte haciendo un gesto hacia ellos. Conozco a todos los
que vienen a estas horas; pero estos dos son nuevos y extraños, los que
visitamos el bar a estas horas somos celosos del silencio y la soledad que
ofrece el lugar; pero esta noche en particular los comensales acostumbrados no
se encontraban. Se sentía una atmosfera diferente, era cómo si algo se
avecinara, incluso Tom, los veía sospechoso.
Una
ráfaga de viento frió entro abriendo las puerta de golpe y con la brisa un
hombre, fornido usando un sobrero que proyectaba una sombra sobre su rostro, no
podía distinguir sus rasgos, aunque pude divisar una cicatriz que surcaba parte
de su mejilla inferior derecha hasta perderse por el cuello de su gabardina.
Sentí
como si el lugar diera vueltas y se transformara en el bar de los años
cincuenta nuevamente, todo era blanco y negro, el color se ausentó y el cigarrillo
llenaba el lugar con una nube de humo, de pronto, todos éramos delincuentes de
baja calaña.
La
sirena de la policía se hizo eco de la fría y solitaria noche, el jefe de
detectives hablo por el alto parlante:
—
ENTREGATE, EDDY EL MALO. TE TENEMOS RODEADO. NO TIENES ESCAPATORIA — Imagino
que se refería al último que de inmediato saco un revolver de su saco y nos
apunto a Tom y a mí, mientras arrastraba a la mujer a un rincón cruzando un
brazo por su cuello. Ella gritaba, y el hombre que la acompañaba lo enfrento.
—
Hice mi parte, ahora déjala ir.
—
¡Mentira, ustedes tiene el dinero, dámelo, o la mato!— Ella continuaba gritando.
—
Te lo juro, lo dejamos donde acordamos.
La
policía hizo una nueva advertencia; pero Tom, saco de abajo del mostrador un
cuchillo que desprendió un brillo cegador directo a los ojos del hombre armado,
con rapidez lo lanzo en dirección del delincuente, enterrándosele en un hombro dejando
escapar un disparo al aire, fundiendo un bombillo y la mujer corrió en busca de
los brazos del primero. La policía actuó rápidamente apresando a los tres
rufianes, quienes habían robado unos días atrás una tienda con ayuda de de la
mujer quien era empleada del local. Se habían traicionado y la pareja pretendía
huir con el botín. Lo que explicaba los nervios de ambos al llegar al bar,
sabían que “Eddy el Malo”, los
perseguía de cerca.
Tom,
había sido lanzador de cuchillos en su juventud en un acto de circo con el que
había recorrido el mundo. Por eso, reacciono con tanta precisión. Siempre había
contado esa historia; pero yo nunca la había creído, hasta hoy.
—Siempre
practico. Uno nunca sabe cuando deba regresar al camino—.Regodeándose con una
sonrisa de
medio lado.
medio lado.
Escuche
un fuerte golpe; desperté espantada y algo nerviosa, el televisor se había
quedado encendido y yo dormida mientras pasaban una película de los años
sesenta de Ironside. Nunca salí de mi
apartamento; vi a mí alrededor, el control remoto se había deslizado de mis
manos provocando aquel fuerte golpe contra el piso. En la solitaria y fría
noche se escuchaba la suaves y seductoras notas del saxofón de mi vecino. Era
lo único real de toda la historia.
#001 "Un Crucero Inolvidable"
Cada
verano era lo mismo, todos empacaban y se marchaban de viajes mientras yo,
Elena permanecía en la oficina prácticamente haciéndome cargo de todos los
puestos; pero era necesario debía ahorrar cada centavo para sus vacaciones
soñadas y ¡Allí estaba ahora a bordo del crucero más espectacular! En un
camarote de lujo. Desde que era una adolescente y había visto la película del
Titanic, se había imaginado haciendo un viaje a todo lujo aunque claro… sin lo
del naufragio, sólo deseaba las partes bonitas y por supuesto la del romance. Quería
cenar en la mesa del Capitán y lucir esplendorosa.
—
¿Acaso te has vuelto loca? —Decía su madre. —Gastar esa fortuna en un viaje que
durara un instante. Hazme caso, usa ese dinero y dalo como avance de un piso. —Insistía
la mujer mientras se movía de un lugar a otro de la cocina.
—
¿Me prestarás sí o no las llaves del auto?
—
¿Ves? Ni siquiera tienes un auto. Esa sería una buena inversión.
—
¡Mamá!
—De
acuerdo. —Sacándolas del bolsillo de su delantal. —Quiero mi auto aquí antes de
las 7:00 pm.
Elena,
tomo las llaves antes de que la mujer cambiara de opinión y salió a toda prisa.
Dedico el día a la compra de cada prenda y al alquiler de las joyas que
descubrió en un sitio de internet. Estaba decidida a lucir como toda una mujer
de recursos y no como una simple secretaria y hazlo todo de la oficina de
clasificados.
Y
ahora aquí estoy, tomando Champan sentada a la mesa del Capitán, con una
celebridad a mi derecha y varios hombres y mujeres de negocios. La clase y el
dinero se huelen en el aire.
La
noche transcurrió como la habían soñado miles de veces, bailes y conversaciones
divertidas. El cantante, aunque no le era conocido era agradable e ingenioso al
final de la cena la invito a caminar por la cubierta.
—No
me pareces conocido. —Comento, Elena coqueta.
—Es
que mi carrera se ha desarrollado como compositor y productor, hasta hace unos
meses que decidi comenzar a grabar mis temas.
Conversaron
por largas horas en un bar del crucero donde permanecieron siendo sorprendidos
por el amanecer que disfrutaron sentados junto a un inmenso ventanal del bar.
La
acompaño hasta su camarote y al despedirse se acerco a Elena, dejando un suave
beso en sus labios como un suave roce que la hizo estremecer.
Elena
vistió un bello vestido que decidió adornar con un broche, busco afanosa en el
cofre donde guardaba las prendas; pero no lo consiguió así, como tampoco el
anillo de esmeraldas que usara la noche anterior. — ¡Dios, me han robado!—Le
dijo temblando al Capitán.
—Calma
señorita, le aseguro que sus joyas aparecerán.
Elena
era un manojo de nervios. Su soñado viaje se había convertido en una pesadilla ¿Qué
haría? Prácticamente había gastado todo en realizar su fantasía.
La
ausencia del artista de las áreas sociales llamo poderosamente su atención por
lo que algo en su interior la hizo ir en su búsqueda. Al llegar a su camote él
no estaba; pero noto que era un desastre.
—
¿Qué haces aquí?—La sorprendió haciéndola saltar del susto. — ¡No, espera! ¿Piensas
que yo robe tus joyas?
—
¿Y qué quieres que piense? Nadie te había visto en días.
—Y
por eso se te hace fácil pensar que fui yo quien te robo. —La acuso. —Para tu
información, a mí también me robaron mis nuevas composiciones.
Todos
eran sospechosos, incluso las víctimas. El detective del crucero inicio una exhaustiva
búsqueda que incluyo la tripulación y, sus pesquisas lo dirigieron a alguien
que nadie sospechaba. Una rubia que se divertía cada día en grande alrededor de
la piscina. Algo en ella no parecía encajar, hasta que se empeño a fondo en
ella. En un video de seguridad la vio salir del camarote de Elena y la vio entrar
al del artista. No parecía estar registrada en la embarcación para un tiempo
después ver salir del mismo camarote al artista.
—Lo
investigamos, preguntándonos si eran pareja pues nunca los vimos juntos en
cubierta. Está mañana revisamos minuciosamente su camarote para encontrar que
la bomba rubia, no es otra que nuestro cantante. Es un impostor que robo la identidad
del verdadero artista. Sí, es un artista del disfraz. No es el primer crucero
en el cual ha realizado el mismo acto. Sus víctimas viajan solas por lo que le
es fácil ganar su confianza, conoce sus rutina y lo demás es pan comido.
#004 “Me salí con la mía, Genarito”
Los
primeros rayos del Sol se abrieron paso tímidamente por las rendijas de las
ventanas, y las blancas cortinas de holganza de la habitación de Antonia. La
noche anterior programó su despertador para las 6:30 AM, y dejó sobre la única
silla de su habitación el atuendo que vestiría al día siguiente; no deseaba
perder ni un minuto. Sentada al borde de su cama metió los pies en sus
zapatillas afelpadas; aún con sus diecisiete años no abandonaba su gusto por
los personajes infantiles. Enfilo sus pasos con suma cautela rumbo al único
baño de la casa que compartía con sus siete hermanos, lo cual ocasionaba
discusiones; pues todos deseaban ser los primeros en la línea. Antonia era la
segunda, y su hermano mayor por un año y dos meses; que según él, le daba el
derecho de ser el primero en la fila; aún cuando fuera el último en llegar y
además, permanecía allí demasiado tiempo, y esté día Antonia no estaba dispuesta
a perder ni un solo minuto; llevaba muchas semanas esperando ese domingo y no
deseaba llegar tarde.
Este
domingo se celebraría la inauguración de la primera Feria del Libro en el
pueblo de San Patricio. Era un evento que tenía a todo el pueblo de no más de
trescientos habitantes en total expectativa; el acto estaba anunciado para las
8:00 AM, después de la misa de las siete, pues sería en el parque frente a la
iglesia de San Patricio. El padre Fermín, había sido muy claro — ¡Todos están
invitados, es un acontecimiento muy importante; pero no quiero alborotos
mientras doy la misa y en la noche seguirán después de la misa de las seis!—.
El padre Fermín, es un sacerdote firme en sus decisiones por lo que ni el alcalde, Don Genaro no se
atrevía a llevarle la contraria.
Tomó
un baño rápido ordenando su cabellera miel de rizos indomables lo mejor posible,
vistió una linda falda estampada y una blusa de encajes con un pasa cinta a
juego con las flores de la falda, agarrando de un perchero un sombrerito de
pajas con unas florecillas. Con una gran
sonrisa camino por la acera tomando su tiempo; el Sol besaba cálidamente su
delicado rostro junto con una suave brisa, estaba feliz. Entró en la iglesia persignándose
y ocupó uno de los últimos bancos, quería estar cerca de la salida, sabía que
Don Genaro haría un discurso; pero como su esposa era parte del comité
organizador se encargaría de que no se extendiera.
La
misa terminó, y todos los que estaban allí aún los que no acostumbraban a ir a
misa a esas horas, allí estaban. Antonia logró salir de primera y se colocó justo
frente donde estaba la cinta azul que cortaría el alcalde. La esposa del
alcalde la vio, y le hizo seña de que serian breve; la mujer conocía del amor
por los libros de la joven — ¡Hoy es un gran día en San Patricio, hoy estamos
celebrando nuestra primera feria del libro! Sean todos bienvenidos—. Poco
después el alcalde cortaba la cinta inaugurar consternado, al darse cuenta que
su discurso fue limitado a unas sencillas palabras. Antonia, recorrió los diferentes
estantes y kioscos que estaban llenos de libros, incluso descubriendo pilas de
ellos sin tener idea dónde ir primero, hasta que encontró lo que ansiaba; el
estante de los libros de aventuras que disfrutaba. Al fin localizó un par que
llevaba tiempo deseando leer; se acomodó en una de las bancas y los hojeó ávidamente,
dio otro par de vueltas, entonces encontró un kiosco que tenía un rótulo
“Ciencia Ficción” ¡Allí estaba el libro del que había escuchado hablar! Apresuro
el paso y le echo mano, pero algo o alguien no la dejaba retenerlo, entonces
escucho la voz inconfundible de Genarito, el hijo del alcalde decir en un tono
burlón: —“El año que viene, tal vez lo consigas este es
mio; sólo trajeron uno exclusivamente para mí”.
Antonia,
conociendo lo engreído que era dibujo una gran sonrisa y lo enfrentó diciendo
con toda calma:
—No te
preocupes, sólo deseaba ver si era la primera o segunda edición, de hecho ya lo
he leído—. Marchándose dejando al joven con la cara larga, pues siempre deseaba
ser el primero en todas las novedades y jactarse ante los demás, pero en esta oportunidad
ella fue quien logró dejarlo con una expresión de disgusto. Genarito, miró el
libro con indiferencia apartándolo a un lado apesadumbrado, entonces Antonia
corrió comprando el libro partiendo satisfecha.
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